Entre los “historiadores” que no historiógrafos, existe el peligro de
endiosar el pasado. Creerse ellos y hacer creer que el pasado fue una situación
“mejor” … digna, llena de proezas y gestas (y al recrearlo se correr el riesgo
de manipularlo), idealizando y encumbrando ciertos “signos” y hechos con los
que reinterpretar el presente…
Este peligro, por “enamorarse del paciente” riesgo que emocionalmente
puede afectar a todo profesional que trata con su cliente, transfiriendo
sentimientos… positivos o negativos que interfieren y desequilibra la posología
correcta del tratamiento … Es también un riesgo que nace del culto a los antepasados, a las
reliquias de lo que fuimos-fueron nuestros ascendientes (y pocos hablan mal de
los suyos) y YA NUNCA MÁS SEREMOS… Así podemos incurrir en un “nacionalismo
revisionista-regeneracionista” que si bien cabe en un proceso de identidad
(quiénes somos), no ha de cegarnos e impedir afrontar (y seguir viendo la
realidad) el futuro, … sin negar el presente en el que vivimos, en el que hemos
de resolver lo que dejamos atrás y lo que hemos de afrontar, para garantía del futuro
en el presente (cual ahorro -presente- ante una inversión -futura-)
Quizás por ese ancestral inconsciente de que el pasado fuera mejor, y
por el dicho castizo, “más vale lo malo conocido, que lo bueno por conocer”, el
hecho es que hay por nuestros “internos fueros” y costumbres, la
creencia y querencia que hay que recuperar tradiciones… sin percatarnos que éstas
pueden resultar ser estatuas de sal, pétreas e hieráticas ya en nuestras
mentes…
Nosotros, como ya pueblo viejo, cansados de explorar y experimentar, corremos
el riesgo de querer volver a nuestra “Ítaca” recordada… y en los recuerdos,
soñada…. Para, al volver, no encontrar lo esperado; luego, empresa vana
recuperar la vida extinta ya pasada.
Así, un “nacionalismo” puede ser un cuento con el cual adormecer a un
grupo social haciéndoles creer-soñar imaginaciones ficcionadas, estableciendo acciones
y empresas fabuladas… Nunca la Historia nos ha de enfrentar contra el presente
sino para aprender de ella y vivir la realidad en las condiciones y
circunstancias reales y pragmáticas… Una identidad que no ha de ser confrontada
con las condiciones concretas de un momento circunstancial y coyuntural. La Historia
si algo nos enseña es a controlar la realidad con la determinación y el coraje que
ensambla a la sociedad para garantizar el progreso
en paz de todos los ciudadanos, sin exclusión en nuestro presente.
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