martes, 20 de diciembre de 2016

De entonces acá, nada quedara igual, ¿o sí?




Felicitaros, ¡pues claro que quiero felicitaros!
Y transmitiros Dicha, Buena Nueva y Felicidad.  
Al margen de cualquier “credencial”.


A fin de cuentas, …   en estas fechas lo que celebramos, de celebrar, es el cumpleaños del tal Jesús de Nazaret que, algo debiera provocar cuando después de 40 años -tiempo transcurrido entre los hechos y la escritura de los Evangelios- recordando lo pasado, empezaran a considerar su extraordinario proceder. Mucho, y muy extraordinario debiera ser, para provocar que “unos longevos y otros pimpollos”, se pusieran a recordar los aconteceres y anécdotas sucedidos 30 o 40 años atrás…
Todos tenemos memoria y sabemos cómo ésta borra aconteceres irrelevantes o espurios y que sólo aquellos realmente importantes, sorprendentes, quizás traumáticos, serán troquelados y guardados muy internamente, para la salvaguarda de la misma supervivencia…
Y por evocar alguno, recordaré ese en el que, en el fragor de una dilapidación: enardecida la caterva, ensordecidos los sentimientos y anuladas la identidad de los verdugos, quisieran ajusticiar a una mujer. Éste tal Jesús con una imprudencia desmedida, se encara a éstos, y poniéndose delante protegiendo con su cuerpo el campo de tiro les advierte, que el que estuviera libre de pecados… todos sabemos que en el ardor de un linchamiento pocos raciocinios se manejan… Pues bueno, este tal Señor en éstas se vio… y además, vivió para contarlo…
Y ¡anda que aquella vez! que en el trajín del mercadeo de transacciones que se celebraba en el “Sagrado Templo, del mismísimo Salomón”, se arrebolara y enalteciera, blandiendo en vez de espada una cuerda, fustigando a modo de látigo, arreando sin piedad, largando raudas las operaciones mercantiles correspondientes a: sila bula de cincuenta dinares perdonara los pecados del padre y, también del abuelo, y a ser posible les propiciara una rebajita…”. En estas liquidaciones se entretenían circunspectos hombres con licencias sacerdotales… [qué cantidades de riquezas no acumularan en el Templo de Jerusalén que cuando Tito y Vespasiano la conquistaran en el año 70, dispusieron recursos para construir el Coliseo de Roma…]
Y a estas liquidaciones … pretendiera acabar. Aunque bien poco tiempo duró. Volverían al antiguo vicio los sacerdotes de Roma vendiendo bulas por dinero para construir la Basílica de San Pedro, y aún siguen, pasando limosnas para costear tremendo “edificio” …
Viendo, pasado el tiempo, podemos entender ahora que la nueva concepción doctrinal se abre de un dios exclusivo para pueblo cerrado a una raza, a una nueva interpretación, ya para todos los hombres sin ser segregados. Esta renovación, resulta ser lo verdaderamente desconcertante, todos sin distinción con acceso libre a la casa de este Dios-Padre.
Quede la cosa aquí, y fuera o no cierto, ¡Señores y señoras! De entonces acá, nada quedara igual, ¿o sí?

21 de diciembre de 2016

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