Y vamos por el primer año
glorioso. ¡Olé, toda una faena taurina!
Primero
fue el capote, con guiños al viento. Todo promesas, nos llamaba al centro del
ruedo. Y acudimos –dicen que la mayoría-. Fue en el primer tercio, al primer
toque de clarín, nada más empezar, y al momento las puyas: con que tenían que
aplicar los recortes. Siguen con las banderillas, muy bien puestas. Y ahora con
la muleta de las palabras nos va dando capotazos. ¡Y nosotros entrando! Y
siguen dándonos pases de pecho, y los espectadores (europeos de la unión
bancaria) jaleándoles entusiastamente.
¡Ojo!,
tras la muleta, el estoque, y todavía el descabello.
La
trascendencia de la medida: venta de pasaporte-ciudadanía por vivienda de 160
mil euros, es un coladero. Siempre ha sido el ladrillo el recurso para lavar el
dinero proveniente de negocios turbios. Una venta de la primogenitura, una
deshonra… ¿no eran estos los que ensalzaban aquellos valores patrios de “más
vale honra sin barcos, que barcos sin honra”?, ¿de qué van estos vendepatrias?
Todos
esos desahuciados pasan al “underground” y al ostracismo social. Tendrán que
vivir en la clandestinidad, que por miedo no saldrán ni a votar, y ¡claro, menos riesgos
de quienes discrepan! Una clandestinidad política y económica, porque en la
vida “oficial” correrá el riesgo de que le confisquen, requisen, embarguen,
cualquier capitalillo para cuando sean mayores. NO SE LE QUITA LA CASA SINO LA
CIUDADANÍA, es la deuda la que se les convierte en condena perpetua.
Falta
la estocá, y si con ella no acaban con nosotros y nuestro estado del
bienestar, ya vendrán de fuera con la “puntilla”, para ejecutar mediante
el garrote vil (¿quién dijo que se había abolido este sistema ejecutorio para
la población civil?)
¡zuerte, maestro, y
no la
zuelte, mi arma!
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